15.8.07

Pasaje Urbano

Nunca pasé por la experiencia de montarme en un carro público, no en una OMSA, ni en una voladora... hasta tiempo reciente.

El calor incesante en la parada, el carro no llega, la gente se impacienta y comienzan a bocear. Una señora me mira por arriba del hombro, como diciéndome: que llegó primero que no me atreva a montarme, pero es que el carrito no llega y hasta yo me desespero.

Opté por elegir este tema porque yo: "una chica de clase media", nunca había pasado trabajo. Pero no fue precisamente trabajo lo que pasé. El trabajo lo pasaron ellos, que día a día viven con el temor de no saber quiénes se montarán en sus carros, de si el dinero es verdadero o falso, de si la gasolina subió o bajó esta semana, y yo aquí preocupándome por sacar fotos sufridas de pasajeros con mala suerte.

La OMSA fue diferente. No iba muy llena en la parada en la que subí, pero si en la que bajé. Cada quien ocupándose de sus propios asuntos y encima atentos a la cámara de la niña que quiere sacar el sudor de su frente en unas fotos que ellos no saben dónde pararán. La cajera con dinero en mano, los asientos se hacen cada vez menos y el olor (o mal olor) infecta mi nariz sensible. Y yo continúo sacando fotos...

La voladora otra cuestión. Sólo noté que me halaron del brazo, me dijeron súbete y yo asentí sin más. Cuando volví en mí, estaba junto a una niña que sostenía a un niño en piernas. No se sabía dónde empezaba la inocencia y dónde terminaba. Yo tratando de respetar la privacidad ajena, me senté e hice silencio, mientras ella me hablaba de su mala experiencia.

Esa tarde comprendí muchas cosas, entre ellas el agradecimiento. "Mami, gracias! Te Quiero". Esa noche soñé con el paisaje, digo... con el pasaje.

Colaboración

Texto y Fotos: Eileen Glass

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